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La inestabilidad de la banca lusa

  • Iris Rodríguez
  • 12 abr 2015
  • 3 Min. de lectura

La banca portuguesa lleva meses pasando por aguas revueltas. Tras la crisis de Banco Espirito Santo – una de las mayores compañías bancarias del país- y de todo su imperio empresarial, el pasado verano, la situación no se ha normalizado.

Los resultados del BES en febrero de 2014 dejaban a la vista unas pérdidas históricas para la entidad (518 millones), en mayo de ese mismo año el Banco Central de Portugal pide una auditoría de cuentas del BES y se encuentra con múltiples irregularidades. A esto debe sumarse un continuo ir y venir de directivos en la entidad. En agosto había sido retirada de la Bolsa Lusa, excluida del PSI 20 tras la intervención de la entidad por parte de la administración pública. Y es en octubre cuando el Espírito Santo Financial Group (ESFG), holding de la familia Espirito Santo que controla los activos financieros del Grupo ES, se declara insolvente.


El BES quedaba dividido en Novo Banco, conocido como el banco bueno, y el BES que se había quedado como el banco malo, en el que se almacenan todos los activos tóxicos. Este Novo Banco fue reflotado con 4.900 millones, provenientes principalmente de un crédito europeo. Este proceso de intentar salvar a clientes y hacer pagar a accionistas, tanto grandes como pequeños, puede ser entendido como un proceso de nacionalización, sin embargo el gobierno luso rehúye de esa terminología.


Como bien explica Javier Martín en El País “El Novo Banco se queda con los depósitos, las oficinas y los activos rentables, y el banco malo con todas las deudas de difícil recuperación, con los activos tóxicos en general. El único accionista del Novo Banco es el Fondo de Resolución, es decir una especie de nacionalización transitoria a la espera de poner a la venta el nuevo banco. Y la propiedad del banco malo con todas sus pérdidas van a cargo de los accionistas actuales, con las implicaciones que eso tiene para la confianza del inversor. Si el Novo Banco se vende, posteriormente, por encima de los 4.900 millones, ese beneficio iría para el banco malo, con lo que sus accionistas recuperarían parte de su dinero, aunque esta posibilidad casi nunca se ha dado.”

La puesta en venta de este Novo Banco no se hizo esperar, en los últimos meses varias entidades se han interesado por la banca portuguesa. Varios grupos asiáticos y algunos españoles o estadounidenses se encuentran entre los candidatos a hacerse con la entidad lusa. El Banco de Portugal ( expli) marcaba hasta este pasado 20 de marzo el plazo para mostrar interés en Novo Banco. La entidad de Ana Botín, el Banco Santander, a través de su filial portuguesa fue la última en postularse como candidata. Banco Popular, BBVA y entidades como Bank of China, o la norteamericana Apollo completan la lista, de las 17 iniciales tan solo quedan 7 actualmente.

Otra de las entidades que optan a comprar Novo Banco es la entidad lusa BPI, cuyo principal accionista es Caixabank, el banco de Isidro Fainé. Entidad que por otra parte no vive un estado de calma precisamente. Aunque Caixabank cuente con el 44% de las acciones, no tiene el dominio de los movimientos de la entidad, cuyo segundo accionista, Isabel Dos Santos, empresaria hija del presidente angoleño. El problema es que los estatutos de la compañía limitan los derechos de voto de los accionista a un 20%, y en este caso Dos Santos con su 18,5% de las acciones y Fainé ( Caixabank) están a la par. Durante el pasado mes de marzo el principal accionista intentó una Oferta Pública de Adquisición y la jugada no salió como esperaba. Tratando de evitar el dominio español en la compañía lusa, Dos Santos propone una fusión de BPI con el Banco Comercial Portugués, cuyo principal accionista es la petrolera estatal angoleña. Todo un conjunto de intereses cruzados que tienen el mercado financiero y bancario portugués en constante variación. Veamos cómo se desarrollan los acontecimientos.

 
 
 

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