El griego, el ruso y el europeo
- Javier Borràs
- 11 may 2015
- 2 Min. de lectura

El presidente de Grecia y el de Rusia se reunieron hace un mes en Moscú. No es una noticia actual, pero el tema de fondo sí. En la reunión se trataron diversos asuntos: las sanciones de la Unión Europea a Rusia por la guerra en Ucrania, las relaciones comerciales (Grecia exporta el 40% de su producción a Rusia) e incluso Putin habló de una “primavera” en las relaciones entre ambos países. Algunos medios alertaban de que Grecia podía acercarse a Rusia para solucionar su problema con la deuda y abandonar la Unión Europea. Al final, no pasó nada.
El gobierno de Tsipras es crítico, pero es europeísta. Sigue negociando en el marco de la UE y no ha hecho amagos grandes de irse, sino que pide cambios en las actitudes y normas de los miembros. Por otro lado, Rusia no podía ayudar a Grecia. La situación económica en Rusia no es buena y una ayuda financiera a otro país sería un problema más para Putin. Además, en el plan de sanciones que hay entre la UE y Rusia también se incluye a Grecia: en la reunión, hubo intentos de relajar algunas medidas contra las exportaciones griegas.
Pese a todo, existe un problema de fondo: Europa no es eterna, pero algunos creen que lo es. Tsipras ha podido hacer un amago y seguirá en la UE, pero nadie asegura que otros países hagan lo mismo. Las élites europeas ven la unión económica como algo lógico, pero para muchos de sus votantes no lo es. Diversos países donde suben los populismos de derecha ganan peso partidos con retórica directa opuesta a la Unión. Al final, vale más la democracia que la economía: aunque no les guste a las élites europeas, aunque insulten o atemoricen a las poblaciones de los estados miembros, si gana un partido anti-europeísta no hay motivos legítimos para oponerse.
Esta es una de las consecuencias de tener una unión económica pero no una política. Es irónico que quien pedía una Unión Europea política fuera Varoufakis, en un capítulo de Salvados. Si no hay una convergencia política institucionalizada, al final los estados pueden hacer lo que quieran.
Europa es un proyecto idealista, pero la política es realista: las sanciones de la guerra de Ucrania empezaron por un conflicto que la OTAN y Europa pudo evitar. La expansión de la democracia y los valores occidentales son un mensaje agradable, pero para potencias como Rusia, que le pongan en su frontera a un país (Ucrania) aliado militarmente con su rival, EEUU, no tiene ninguna gracia. Quizá para Europa enfrentarse a Rusia es malo, o quizá no. Pero una potencia desunida y sólo aguantada por la economía no tendrá una política exterior propia y clara, bajo sus propios intereses. El resultado será seguir arrastrados por EEUU y la OTAN. Las élites europeas han de ver que la economía es importante, pero no lo es todo: al final, a los votantes les mueve la política, y a las potencias mundiales también. Así funciona el mundo.
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