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"La doctrina del shock", de Naomi Klein

  • Javier Borràs
  • 17 may 2015
  • 6 Min. de lectura

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La tesis principal del libro “La doctrina del shock” de Naomi Klein es que la expansión del modelo neoliberal a nivel mundial solo se produce cuando existe una crisis política, que es aprovechada por fuerzas reaccionarias para implantar de manera autoritaria un modelo extremo de libre mercado. En palabras del economista Milton Friedman (al que Klein señala como la cabeza pensante del modelo neoliberal) “sólo una crisis -real o percibida- da lugar a un verdadero cambio”. El modelo neoliberal se basa, según Klein, en tres acciones básicas: desregulación de la economía (menos leyes que digan a los actores económicos qué pueden hacer y qué no), privatización de servicios públicos (venta a privados de las empresas y servicios de propiedad estatal) y recorte en el gasto público (menos inversión estatal para los servicios públicos). Con estas medidas se pretende que el Estado tenga que gastar menos y, por tanto, que el contribuyente y las empresas deban pagar menos impuestos. El que distribuye la riqueza no es el Estado, sino el libre mercado. Para Klein, este modelo neoliberal “puede imponerse parcialmente en democracia, pero para llevar a cabo su verdadera visión necesita de condiciones políticas autoritarias”. La autora compara la aplicación de estas medidas económicas con los métodos de tortura usados durante la Guerra Fría, mediante electrodos y descargas eléctricas: se debe crear un trauma (una crisis política) para dejar desorientado al pueblo (que ofrecerá poca resistencia), y rápidamente realizar las reformas extremas de libre mercado a través de herramientas autoritarias.

La autora ejemplifica su tesis a través de diversos casos a nivel mundial. El inicio de este método de shock, según Klein, se produjo en Chile. Después del derrocamiento del presidente elegido Salvador Allende, de tendencias izquierdistas, diversos actores políticos y militares se aliaron para realizar un golpe de estado. El resultado fue el derrocamiento del régimen democrático y la instauración de una junta militar dominada por el coronel Augusto Pinochet. En los días posteriores al golpe, diversos economistas chilenos formados en la Universidad de Chicago (donde hacía clases Milton Friedman) y muy influidos por las teorías neoliberales, presentaron un manual ortodoxo llamado popularmente “El Ladrillo”, donde recetaban al gobierno los mantras básicos del libre mercado, que fueron aplicados a rajatabla.

Klein continúa ejemplificando regímenes autoritarios sudamericanos como Argentina o Brasil, donde también gobernaron juntas militares. La tesis de Klein es que el modelo neoliberal sólo pudo ser aplicado bajo gobiernos dictatoriales. En estos casos es cierto, pero hay que recordar que el modelo anterior al neoliberal, que en Lationamérica llevó el nombre de modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (modelo ISI), de tintes keynesianos y industrializadores tenía tendencias más progresistas, pero también fue aplicado en regímenes autoritarios. Casos como el de Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México o el general Perón en Argentina (en algunas de sus etapas de mandato), fueron gobiernos no democráticos que aplicaron medidas proteccionistas y nacionalizadoras. Eso no desmerece el progreso industrial fruto del modelo ISI, pero pone en cuestión la tesis de Klein en la que parece que el modelo neoliberal sea el único que se aplica bajo gobiernos no democráticos. Eso nos lleva a una reflexión: ¿cargan los modelos económicos con alguna culpa intrínseca por la manera en que son aplicados? Para Klein sí, ya que ella define el neoliberalismo como una “ideología absuelta de sus crímenes”. Es una discusión interesante, que normalmente ha sido aplicada en el caso del comunismo y los crímenes cometidos para instaurarlo, pero que ha quedado difuminada en el caso vencedor del capitalismo.

La autora continúa ejemplificando su tesis a través de casos como Tailandia, Sudáfrica… pero es interesante las posturas que asume en casos como China o Rusia. Para Klein, las protestas de estudiantes en la plaza de Tiananmen, que acabaron con una masacre por parte de las autoridades, son un ejemplo de la creación de una crisis para aplicar medidas de libre mercado. En este caso, se pueden plantear algunas dudas. Algunos autores han definido las protestas como una crítica a las reformas de libre mercado del gobierno de Deng Xiaoping (sucesor del famoso Mao Tse Tung), mientras que otros han incidido en que éstas se centraban en demandas democráticas de libertades individuales. La situación no está clara: la opacidad informativa de un régimen autoritario como el chino dificulta una respuesta sincera al asunto. Pese a todo, el caso chino es difícil de trazar en el marco que establece Klein: las reformas de libre mercado de Deng ya llevaban una década aplicándose, por tanto no había la necesidad de un “shock” para realizar el gran cambio. Por otro lado, tampoco existe una crisis política de cambio de régimen: tanto las medidas colectivizadoras de Mao como las liberales de Deng se produjeron bajo fuertes coacciones dictatoriales.

Por otro lado, está el caso de Rusia. La autora defiende que el ex presidente ruso Boris Yeltsin tomó los tanques y apuntó hacia el Parlamento para realizar un golpe de estado, con el objetivo de aplicar la doctrina del libre mercado. En este caso tampoco está claro el asunto. Periodistas como el director de New Yorker, David Remnick, defienden que la acción de Yeltsin se enmarcaba en un contexto donde la oposición encerrada en el Parlamento era la antigua dirección comunista del país (la llamada “vieja guardia”). La intención de esta oposición era volver al régimen comunista: Yeltsin tomó los tanques para, supuestamente, defender la democracia liberal. Sea una u otra teoría cierta, los resultados de la aplicación del libre mercado, de manera inmediata y agresiva, han sido perjudiciales para muchos países de Europa del Este. Autores nada sospechosos de comunismo o izquierdismo como Robert D. Kaplan han documentado los problemas que afrontaron posteriormente estos países, en forma de pobreza y corrupción bajo oligarquías familiares, que en muchos casos eran las antiguas élites del régimen soviético.

Otros casos de impacto que cita Klein son el de Irak, donde la privatización del ejército americano está documentada y genera problemas graves para la consecución de los fines militares; o el caso de Nueva Orleans y su reconstrucción después del huracán Katrina, que destapó las desigualdades entre estados dentro del gran país de las oportunidades.

El trabajo de Naomi Klein está bien documentado y la lectura es amena, con una mezcla de historias personales, datos y periodismo en el lugar de los hechos que no reduce el ensayo a una mera divagación teórica.

Como ya he descrito, algunos ejemplos pueden estar poco ajustados a la tesis principal de Klein: aun así, se ha de tener en cuenta que no hay casos perfectos y que es lógico que la autora plantee los hechos históricos para respaldar sus teorías.

Un punto de crítica final sería el siguiente: durante el ensayo, Klein presenta el neoliberalismo como una fuerza destructiva que es aplicada por unas élites ortodoxas, pero a la que la población, el ciudadano de a pie, siempre se opone. Eso no es del todo cierto. Si partimos de las teorías de hegemonía de Antonio Gramsci, un sistema no sólo se puede sustentar por la fuerza, sino que también necesita de seducción y legitimidad. Es posible que en situaciones de crisis el equilibrio se decante hacia el garrote, en especial en regímenes que quieren sobrevivir: aquí aparecen estos “oportunistas” neoliberales que radicalizan el modelo hacia el bando del libre mercado. Pero, sobretodo en época de calma, el neoliberalismo genera beneficios claros entre la población: suele aumentar la capacidad de consumo y trae mejoras económicas para las clases medias asalariadas y con trabajo, muchas veces en forma de créditos y préstamos bancarios. El problema es que con el neoliberalismo la red de seguridad desaparece: si quedas sin trabajo, o tienes un problema médico o legal, es probable que quedes arruinado, arrastrando a tu familia por el camino. En una hegemonía cultural que premia a los emprendedores como los 'winners', la gente que trabaja día y noche para alcanzar el éxito, y donde los tontos, los feos y los desgraciados con mala suerte no se tienen en cuenta. El problema es que una democracia debe procurar la dignidad de todos sus ciudadanos, ya sean listos o tontos, guapos o feos. Sino, el neoliberalismo acaba como todas las utopías: ensalzando a una minoría elegida, mientras la gran mayoría imperfecta busca algunas migajas de la vanguardia guapa, lista y afortunada que siempre acabará partiendo el pan.

 
 
 

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